¿Poesía?
El lenguaje de la imagen y la estética de las letras
Pedro Taracena Gil
Prólogo
No
entiendo porqué encarcelas la palabra Poesía entre interrogantes. Acaso
dudas de la belleza y melodía de tus palabras, o dudas acaso del concepto de
Poesía: el trino de dos pájaros enamorados, el fluir del arroyo entre las
piedras, el crepitar del fuego en invierno, las tímidas apariciones del sol
entre las ramas de los árboles, la precipitación de las hojas en otoño,... el
rubor de una mirada cruzada, la mirada de un sentimiento, el sentimiento
desvelado,... eso es Poesía. Y Poesía es... tu AMISTAD. Se puede pedir más
calor, música y color a una imagen como:
"envuelto en tu
añoranza saboreo las mieles,
del otoño que me regala
tu primavera"
Las fotografías son un regalo para los
sentidos, particularmente me gustan los claroscuros: colosal lucha entre el
bien y el mal, titánico esfuerzo de las almas nobles por no sucumbir a la
oscuridad total. Para mi es un halago que me dediques parte de tus
sentimientos, de tu tiempo, experiencia y sensibilidad; un oasis en el desierto
de la producción, el materialismo, la dejadez, el conformismo...
En un nuevo intento de salir de ese abrazo
mortal de la decadencia de sentimientos, te envío una poesía, creada un domingo
por la tarde después del desasosiego producido por una noticia sobre la
perdición de nuestra madre tierra, que a nadie parece afectar.
....
Y LA TIERRA SE ENOJÓ
Madre
traicionada por sus retoños,
Genética
de destrucción,
Primacía
de opulencia y poder,
Canibalismo
incontrolado,
Petulante
ignorancia guiada al fracaso.
Y
la tierra se enojó...
Tremenda
explosión de la Fragua de Vulcano,
Que
todo lo quema,
Que
todo lo seca,
Laberinto
infernal de ocres cuarteados,
Ofuscación
de la vanidad humana.
Y
la tierra se enojó...
Y
el azul se hizo gris,
Y
la esperanza, recelo
Terrible
impacto del Tridente de Neptuno,
Que
todo lo cubre,
Que
todo lo inunda,
Torrentes
de Nereidas enfurecidas,
Cicatriz
abismal en la dominación humana.
Y
la tierra se enojó...
Y
el gris se hizo negro,
Y
el recelo, terror.
Titánico
aliento del Dios Eolo,
Que
todo lo asola,
Que
todo lo arrasa,
Catártica
galerna liberada a su antojo,
Intangible
ruina en la perpetuidad humana.
Y
el negro se desvaneció,
Y
el pánico, sosegó,
...
y todo en la tierra SILENCIÓ.
Carlos de Andrés
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El
verbo se ha clausurado,
el
silencio se hace salmodia
y
el trino de los vencejos
interrumpe
la madrugada.
Resaca
de noches engolfadas
con
las mieles del amado,
droga
cotidiana de eunucos,
del
infierno escapados...
¡Qué
días preñados
de
sol y luna!.
¡De
muerte y vida,
embriaguez
y locura!
¡Qué
noches aladas,
colmadas
de angélicos aquelarres!
Fiestas
vividas en íntimas estancias,
llenas
de inconfesables placeres,
sufriendo
en las almas,
las
divinas ausencias.
Bendita
incomunicación,
pórtico
y flagelo de mi vida,
lecho
mortuorio de mis sentidos.
No
me pidas regresar
de
esta locura...
Antes
de nacer o antes de morir,
me
atrapó.
En
un principio o al final.
Siempre
o nunca.
¡Dejadme
que me abandone
en
mi afán!
Hora
tras hora,
Salmo a salmo.
Quiero
estar preso en la cárcel
eterna
de mi libertad...
AVE EN CELO
Te siento como animal en celo,
que va en busca de su presa.
Tus garras penetran en mi piel,
desgarro de sangre y fuego.
Embriagado por las ansias,
tu presencia me deja inmóvil y
amagado.
Esperando que mi cuerpo sea cubierto
por tu sombra,
ardo en deseos de volar junto a ti,
fundirme contigo en las alturas del
gozo y del placer.
Ya siento el dardo de tu pico, taladro
de fuego,
sobre mis entrañas.
Tus suaves plumas me acarician,
abriendo mil volcanes en mi ser.
Quiero que seas ave depredadora de mis
carnes.
Te espero al borde del cráter de mis
anhelos,
para que juntos, provoquemos la
erupción,
capaz de fundirnos en la lava del
deseo consumado.
Una tibia lluvia nos arropa,
en el atardecer maduro de nuestro
AMOR.
SALAMANCA
Nostalgia
de rondas y amores estudiantes,
hoy
he paseado tus piedras, Salamanca,
testigos
de vida asceta y mística,
cobijo
y nido de alondras orantes.
De
Luis, el fraile, Teresa, la mística,
esta
noche tus calles me hablaron.
Pétreas
palabras, sus glorias me cantaron,
en
salmodia melancólica oda.
Las
rocas amañadas por plateros,
con
arcadas formas, armónicas y sublimes,
ecos
de susurros y amoríos.
La
luna, entre sus sombras escondía,
la
niebla plateada del pensamiento
existencial
que Unamuno aún impartía.
Tu ausencia hace más grande,
el
lugar que ocupas en mi corazón.
Por
eso tu amor es igual a los demás,
pero
diferente a todos. (*)
Envuelto
en tu añoranza saboreo las mieles,
del otoño que me regala tu primavera.
Por
eso tu amor es igual a los demás,
pero
diferente a todos.
Fundido
en tus recuerdos evoco suaves momentos,
de nuestro presente eterno.
Por
eso tu amor es igual a los demás,
pero
diferente a todos.
Fantasía
real o realidad efímera,
locura
de mi vida o verdad de mis sueños.
Por
eso tu amor es igual a los demás,
pero
diferente a todos.
Tus
canciones se hacen agua,
inundando
como un torrente mis sentimientos.
Por
eso tu amor es igual a los demás,
pero
diferente a todos.
Arropado
con tu desnudez cubriste mi desamor,
y encendiste en mi cuerpo el dardo de tu
pasión.
Por
eso tu amor es igual a los demás,
pero
diferente a todos.
Por
eso te amo...
AGONÍA
Añoranza
del pasado.
Nostalgia
de lo vivido.
Melancolía
de lo perdido.
Tristeza
de la ausencia.
Evocación
del amor.
Recuerdo
de la noche vacía.
Frustración
de oscuros espejismos.
Recuerdos
de la aurora.
Depresión
de lo inconfesable.
Sombras
de blancos crespones.
Angustia del futuro.
Asfixia
de la libertad.
Ahogo
de los sentidos.
Claustrofobia
de puertas abiertas.
Náuseas
de la vida.
Soledad
de siempre.
Aflicción
por la pena.
Desánimo
por todo.
Ansiedad
por adelantar el ocaso.
Añoranza
del futuro.
Nostalgia
de lo no vivido.
Melancolía
del mañana.
Tristeza
de la alegría.
Evocación
del desamor.
Recuerdo
de mi final.
Frustración
de lo venidero.
Depresión
eterna.
Sombras
del día.
Sonrisa
de la juventud fosilizada.
Soledad
de la compañía.
Aflicción
del alma en pena.
Ansiedad
por respirar.
Angustia
eterna.
Colchón
de lana por un lecho
de
panochas de maíz,
amanecer
siempre mojado.
Evitaba pudrir las vedijas de borra,
el
vegetal secaba con más premura.
Rezaba
las tres avemarías
para
evitar despertar, una vez más,
en
el centro de un charco,
empapando
mi profundo sueño.
Las plegarias no me ayudaban
a evitar
sentirme, cada mañana,
el
niño más diferente
y
despreciable del mundo.
De mi pueblo,
de
mi familia, de mi madre...
El
retor moreno de mis calzoncillos,
testigo
de mis aterradoras miserias matutinas,
acercaba
a mi adolescencia,
desolación
en aquellos despertares.
Preñada
de temores,
la
maldita noche,
me
hundía en la desolación.
La
aurora despertaba mis temores,
despreciando
la condición de mi sexo.
¿Porqué,
cada noche, debía traspasar
aquel túnel tan oscuro y profundo?
Sin agua y sin melón, en la vigilia,
privado de jugar con un palo hecho ascua,
haciendo
ochos y ondas al aire,
la pesadilla se hacía patente hasta ser
delatado.
Todavía martillean aquellas palabras,
anuncio
de insultos y castigos,
preludio
de la negra aurora:
¡No
juegues con eso que te vas a mear en la cama!
La catedral sola,
llena mi alma de tu ausencia.
Ya no se funde tu imagen con el
templo.
Mi boca ansía silenciar,
mis gritos en tus labios.
Te busco en las tarimas del saber,
en el mirador de los enamorados.
Pero sólo encuentro, allá a lo lejos,
la dama de nuestros sueños.
Cuanto más lloro tu nombre,
más se vacía la ciudad.
La aurora y el ocaso,
han quebrado la luz.
Las estrellas me anuncian que
volverás...
Pero ¡Qué noche tan larga!
Mientras me arropo con tu desnudez,
me muero por regresarte.
EL VIGÍA DE IUNCARIA
Atalaya de pueblos y campos,
dama de oteros y colinas,
espejismo de roca,
erosión horadada por el tiempo.
Testigo fosilizado del Campillo y
de Maluque,
de chopos y maizales,
eterno mirador hacia el ocaso,
sombra del amanecer,
corona de cerros, festoneados por
el río.
Infanta de la Primavera, preñada
de cantueso y tomillo.
anciana bajo manto invernal de
carrascas y aliagas,
guardesa del barranco, solana
entre sotos y terreros.
Notario de aconteceres y
devenires:
De la Granja y sus eventos.
De lavanderas, pastores y
labriegos.
De Mohernando aprisco de novicios,
acólitos de Don Bosco.
De Alarilla, colmillo y muela,
pueblo de ilusiones aladas,
de vuelos de destino incierto.
Silenciosa y atenta observadora de
Iuncaria,
la villa de la magistral torre, tu
rival.
A la diestra de tu sitial,
yace la vetusta Hita, memoria de
arcipreste,
devaneos de Doña Cuaresma y Don
Carnal,
cómplices de aquel Jueves Lardero
iuncariense.
Sólo al lejano Ocejón, rindes
honores.
anciano de plateadas cimas,
que el Sol dibuja sobre la
meridional cordillera.
Tu cintura, plena de mancebos
anhelos,
peregrinación de la aurora,
balcón de La Campiña enamorada.
Desde tu cima, cegada por la luz,
contemplas, eterna mira,
el tropezar del agua a tus pies,
salpicados de salmodia vespertina,
anuncio del atardecer,
cenefa sin fin del horizonte.
Ebria de melodías salvajes,
trinos de jaulines y abubillas,
cigarras, brillantes sonidos de
luz,
nocturno salpicado de grillos,
desafíos del crepúsculo ardiente
del estío,
faro de la noche,
cobijo de la vida,
arrullo del amor.
El fuego del amor,
efímero y fugaz,
en su huída, nos abandona
en el rescoldo del cariño.
Cuando la sensibilidad
no existe,
nos inunda la nada.
El vacío nos llena,
y el desamor atrapa nuestro corazón.
La sensibilidad aviva la belleza,
hace del amor una obra de arte.
Pero frágil, al fin...
ORTO Y OCASO
Llegaste a mi vida
como la salida del Sol,
tiempo de amanecer en mi ocaso.
Alba de mis sentidos,
claro del día,
antes de venir la luz.
Enajenación o locura,
pero más real
que cualquier fantasía.
Ruta del amor,
ánimo en la declinación,
esperanza en mi decadencia.
Crepúsculo de mi eterno
amanecer...
Fin de la colección de poemas:
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